El
pasado viernes dos de septiembre nos dejaba de forma inesperada y sin duda
prematura Paco Toro.
Costalero,
capataz y por encima de todo cofrade y hermano de la Hermandad del Señor de
las Tres Caídas y de su Virgen del Rosario.
Además de
ser muy conocido por la frutería regentada en el Mercado de San Agustín, en los
últimos años era contertulio en el programa Granada Cofrade.
Desde
este blog queremos hacer nuestro pequeño homenaje a Paco, del que todo el lo
conocía destaca que ante todo se ha ido una buena persona.
Los
buenos tiempos que corren en nuestra Semana Santa, por lo menos a nivel
patrimonial y costalero (en líneas generales), hacen que los más jóvenes desconozcamos
gran parte de la historia reciente de nuestra Semana Santa, de las penurias que
pasaron los cofrades para conseguir las hermandades que hoy disfrutamos y el
germen costalero que sembraron los jóvenes de la época sin técnica depurada, ni
costales fosforitos, ni tirantas microscópicas.
Entre esos
nombres, en su mayoría anónimos u olvidados y que ayudaron con su entrega a que
las hermandades y especialmente sus cuadrillas de costaleros sean como hoy las
conocemos está Paco Toro.
Costalero fundador de la conocida como cuadrilla de la
Santa Cruz y de la que en otra ocasión
hablaremos, portó numerosos pasos de nuestra Semana Santa. Su labor como
capataz no es menos extensa, destacando sus años al frente del martillo de
Nuestra Señora del Rosario.
A continuación
os dejamos un extracto de una entrevista realizada por Cope Granada a Paco y su
hermano Manuel Toro la pasada cuaresma.
Esperamos
que las anécdotas que cuentan consigan sacarles una sonrisa, que tan característica
era de Paco y que seguro estará bajo el cobijo del manto de su querida Virgen del
Rosario. DEP
Estábamos
en el bar de Juan Bautista en el Campo del Príncipe junto a Antonio Méndez,
Juan Carlos Pérez Gamarra y Javier Caliente. Entonces llegó Pepe Carvajal y nos
escuchó hablar. De ahí partió la cuadrilla, acordando Méndez, que le pediría la
parihuela a Don José Gómez Sánchez Reina, para comenzar los ensayos. Pero éste
no accedió, así que conseguimos la de Los Favores y fuimos los primeros
costaleros en salir a la calle a ensayar a Granada. Ensayábamos hasta con el
palio puesto y un día bajamos hasta Santo Domingo y dijo Pepe Carvajal, vamos a
probar a ver si entra por la puerta de la Iglesia y una vecina que estaba viendo aquello
comenzó a dar voces: ¡sacrilegio, sacrilegio, sacrilegio! Porque entonces
nadie había visto ensayar a los costaleros y menos en la calle.
A la izquierda Paco Toro
En 1982
cuando Juan de Dios Morillas viene de la mili, quiere ser capataz y entonces,
Willy (José Carraza), Antoñín (Antonio Sánchez Osuna) y yo (Paco Toro) nos
vamos a fundar la cuadrilla de La Cañilla.
El año anterior sacamos una hermandad cada día. El lunes, la Virgen de los Dolores, y en
la puerta de San Pedro, Don Antonio González Ortiz, su hermano mayor, lloraba
emocionado de ver como mi suegro (Antoñín) sacó la Virgen tres veces y la
metió cuatro en la Iglesia. Durante
el recorrido nos dieron cinco bocadillos con batidos de vainilla. En ocasiones
nos ayudaban costaleros de La
Concha y así sacamos un año la Estrella y la Alhambra.
Al ser
los primeros, pagamos muchas novatadas. Recuerdo (Paco Toro) cuando sacamos el
Silencio por primera vez, que le quitaron los palos de por fuera y lo pusieron
para trabajar a hombros por dentro. Fue Pepe Carvajal el Jueves Santo por la
mañana a revisar el trono y se horrorizó al comprobar que no habían forrado los
palos. Así que sobre la marcha se improvisó forrando los largueros con las
túnicas viejas que tenían por allí, así que terminamos con los hombros en
sangre viva. Nos iba mandando Pepe Barrales.
Uno de
los peores días, recuerda Manuel Toro, fue cuando le quitamos las ruedas al
paso del Huerto de los Olivos y lo sacamos a hombros por primera vez en la
historia. Empezamos el recorrido 34 costaleros y fuimos a darle la vuelta al
Campo del Príncipe. Aquello pesaba más que una condena. Cuando llegamos a Santo
Domingo, la gente se iba saliendo con el pretexto de ir a orinar y ya no
volvía. Y aquello pesaba más y más. Ya solo íbamos 24 debajo, pero es que al
llegar a la calle Jesús y María ya éramos solo 18 y así nos fuimos a Carrera
Oficial. Cuando subimos la rampa de la Catedral , el paso se nos iba para atrás, de los
pocos que éramos y de las pocas fuerzas que nos quedaban. Allí se nos metió
debajo Adolfo, el de la pastelería El Sol, que estaba viéndonos con su familia
para echarnos una mano. Él se dio cuenta que nos moríamos. Intentábamos
avanzar, pero las fuerzas nos faltaban y otra vez se nos iba el paso para
atrás, y la gente creyendo que lo estábamos haciendo a posta nos aplaudía una y
otra vez. Todo la plaza aplaudiendo como volvíamos al principio de la rampa,
cuando la verdad es que no estábamos muriendo y el paso se nos iba sin querer.
Yo iba
de patero derecho (Manuel Toro) y hasta la cuarta trabajadora iba todo vacío.
En la calle Pavaneras, de regreso, tuvieron que sacar arrastrando a mi hermano
Paco Toro porque los aductores se le habían montado y ya se había bloqueado. No
podía dar un paso.
DEP Paco
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